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Antes de que acabe el mes quisiera escribir algo sobre el no perder la perspectiva, pero esto no puede ser un manual, ni un folletillo de recomendaciones. Ni siquiera podría ser un conjunto de reflexiones sino una especie de invocación, de encantación o, en el peor de los casos, una súplica. Para este propósito basta con la simple mención; se trata de eficacia simbólica, o algo así, y me recuerda aquella vez cuando G me dio una brújula y no supe si era un regalo inocente o si había fungido como canal de una respuesta lejana a una solicitud de la siempre clara indicación polar.
En cualquier caso, lo que me llama la atención es lo irónico del hecho del afianzamiento: no perder perspectiva es, en realidad, perderla, soltarla y agarrar una nueva, para volverla a soltar y otra vez y otra y... Hasta que sea suficiente.
Es como brincar de un bambú a otro...