febrero 10, 2008

Cóclea marina


¿Es para ti un dato amargo
o un discernimiento apropiado
cuando te informan que lo que escuchas
en los senderos en espiral del caracol
-construidos en cal como torre de marfil-
no es ni el eco del mar almacenado
ni una reverberación de los océanos, o de los siglos,
depurada por el ritmo de la concha,
sino el rumor propio de la sangre, silbando
a través de las celdas monasteriales del cerebro y los corredores del oído;
cuando entiendes que no puedes diferenciar el silencio
de tu propio sonido?

Pero, –preguntas, no para rebatir
sino para poner en perspectiva tu nuevo saber–
¿qué escucha el caracol cuando oye mi oído?


Esta es mi traducción de algo que, aparentemente, escribió Tomas Thøfner y que encontré en una antología de poetas daneses traducida al sueco. Creo que no tenía título. El año empieza tarde, pero como igual es circular...